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Title: Rosario de sonetos líricos
Date of first publication: 1911
Author: Miguel de Unamuno (1864-1936)
Date first posted: April 13, 2014
Date last updated: April 13, 2014
Faded Page eBook #20140436
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Breve e amplissimo carme..... . . . . . . . . . . . . . . . fosti d’arcan dolori arcan richiamo. Carducci. Rime nuove. Al soneto. |
The great object of the Sonnet seems to be, to express in musical numbers and as it were with individed breath, some occasional thought or personal feeling «some fee-grief due to the poet’s breast». It is a sigh uttered from the fulness of the heart, an involutary aspiration born and dying in the same moment. |
W. Hazlitt. Table-Talk On Milton’s sonnets. |
A mi querido amigo Pedro Eguillor. |
No de Apenino en la viente falda,
de Arehanda nuestra la que alegra el boche recojí este verano á troche y moche frescas rosas en campo de esmeralda. Como piadoso el sol ahí no escalda
los montes otorgóme este derroche de sonetos, los cierro con el broche de este ofertorio y te los doy, guirnalda. [9] Van á la del Nervión desde la orilla
esta del Tormes; á esa mi Vizcaya llevando soledades de Castilla. No con arado, los saqué con laya;
guárdamelos en tu abrigada cilla por si algún día en mí la fé desmaya. |
S. IX 10.
¿Sabéis cuál es el más fiero tormento?
Es el de un orador volverse mudo; el de un pintor, supremo en el desnudo, temblón de mano; perder el talento ante los necios, y es en el momento
en que el combate trábase más rudo, solo hallarse sin lanza y sin escudo, llenando al enemigo de contento. [11] Verse envuelto en las nubes del ocaso
en que al fin nuestro sol desaparece es peor que morir. Terrible paso sentir que nuestra mente desfallece!
Nuestro pecado es tan horrendo acaso que así el martirio de Luzbel merece? |
B. IX 10.
De fruta henchido el árbol de la vida
yérguese enfrente al árbol de la ciencia lleno de flores do aromosa esencia por Dios á nuestros padres prohibida. Mas el provecho por el goce olvida
la mujer, y abusando de inocencia al hombre da—feliz desobediencia!— flor de saber que á más saber convida. [13] Desde entonces el pago del tributo
de nuestra muerte es de la vida el quicio; envuelta el alma en el cristiano luto rendimos á desgana el sacrificio
de la virtud para cojer su fruto, ¡mientras florece perfumado el vicio! |
B. IX 10.
Oir llover no más, sentirme vivo;
el universo convertido en bruma y encima mi conciencia como espuma en que el pausado gotear recibo. Muerto en mí todo lo que sea activo,
mientras toda visión la lluvia esfuma, y allá abajo la sima en que se suma de la clepsidra el agua; y el archivo [15] de mi memoria, de recuerdos mudo;
el ánimo saciado en puro inerte; sin lanza, y por lo tanto sin escudo, á merced de los vientos de la suerte;
este vivir, que es el vivir desnudo, no es acaso la vida de la muerte? |
B. IX 10.
Cayó este más al borde de la senda
escalando la cumbre á paso tardo, y de la cruz al pié rendido el fardo de su dolor dejó, piadosa ofrenda. Veía en lo alto palpitar la tienda
en donde clava el sol su primer dardo y el último y en donde el cielo pardo baja en niebla sin lluvia que la ofenda. [17] Iba tras el descanso su fatiga
á ver del sol la refulgente cuna, huyendo de la sombra que atosiga al corazón, y sin aurora alguna,
duerme muy lejos de la cumbre amiga su sueño eterno bajo eterna luna. |
B. IX 10.
Y dijo:
«Tiemblas? por qué, si aun no está maduro? Cálmate, niña, te traeré el espejo ó si no mírame, que en el reflejo te verás de mi cara. Es el conjuro de un amor todavía en el oscuro
rincón del nido. Cuando se haga viejo verás que fué nuestro mejor consejo dejarlo estar mientras era harto puro. [19] Considera, si al cabo te decides,
estando como está la fruta, verde, que si se entra temprano en ciertas lides urge acabar lo que una vez se muerde,
aun cojiendo dentera, y nunca olvides que es el que pone más el que más pierde.» |
B. IX 10.
Nudo preso al azar de los caminos
bajo el agüero de una roja estrella, él desde el cierzo, desde el ábrego ella, rodando á rumbo suelto peregrinos. Al mismo arado uncieron sus destinos
y sin dejar sobre la tierra huella se apagaron igual que una centella de hoguera. Y se decían los vecinos: [21] De dónde acá ese par de mariposas?
y hacia dónde se fué? cuál su ventura? su vida para qué? como las rosas se ajaron sin dar fruto; qué locura
quemarse así las alas! ¡Necias cosas de amor, siempre menguado pues no dura! |
B. IX 10.
Fué flor que al árbol arrancó el granizo
y luego en tierra el sol la vió, despojo, entre el polvo rodar por el rastrojo del viento al albedrío tornadizo. Mantillo al fin la oscura flor se hizo
al pié escondido de espinoso tojo y en el trascurso de un ocaso rojo la enterró vil gusano. De su hechizo [23] quedó libre el perfume, lo que aspira
hacia el cielo inmortal, templo de calma en que no hay ni granizo ni mentira; que es el cuerpo algo más que vil enjalma
de la mente; para el canto es lira, y es el fin de la vida hacerse un alma. |
B. IX 10.
Pasaron como pasan por la cumbre
regazadas las nubes del estío sin dejar en los riscos el rocío de sus pechos; pasaron, y la lumbre del sol, desenvainada, pesadumbre
para su frente fué; lejos el río por la fronda velado, á mi desvío cantando reclamaba á la costumbre. [25] De la montaña al pié verdeaba el valle
del sosiego en eterna primavera, rompía entre sus árboles la calle pedregosa que sube á la cantera,
y era el del río el susurrar del dalle de la muerte segando en la ribera. |
B. IX 10.
Tus ojos son los de tu madre, claros,
antes de concebirte, sin el fuego de la ciencia del mal, en el sosiego del virgíneo candor; ojos no avaros de su luz dulce, dos mellizos faros
que nos regalan su mirar cual riego de paz, y á los que el alma entrego sin recelar tropiezo. Son ya raros [27] ojos en que malicia no escudriña
secreto alguno en la secreta vena, claros y abiertos como la campiña sin sierpe, abierta al sol, clara y serena;
guárdalos bien, son tu tesoro, niña, esos ojos de virgen Magdalena. |
B. IX 10.
No me preguntes más, es mi secreto,
secreto para mí terrible y santo; ante él me velo con un negro manto de luto de piedad; no rompo el seto que cierra su recinto, me someto
de mi vida al misterio, el desencanto huyendo del saber y á Dios levanto con mis ojos mi pecho siempre inquieto. [29] Hay del alma en el fondo oscura sima
y en ella hay un fatídico recodo que es nefando franquear; allá en la cima brilla el sol que hace polvo al sucio lodo;
alza los ojos y tu pecho anima; conócete, mortal, mas no del todo. |
B. IX 10.
Tiéndele tu mirada, blanda mano
de salvación, y así tal vez su pecho sollozando alzará del duro lecho de su vergüenza y su dolor insano. Más de uno á quien pecar le puso cano,
rodando por el polvo, ya maltrecho, sintió de pronto el corazón rehecho al tocar la sonrisa de un hermano. [31] Del yermo que su triste planta pisa
haz que una flor tan sólo el suelo alfombre, flor á que meza la celeste brisa de la humana hermandad, que no se asombre
de que le miren sin hostil requisa y que en sí mismo se descubra al hombre. |
B. IX 10.
Ojos de anochecer los de tu cara
y luz de luna llena dentro de ellos suave lumbre de argénteos destellos que entre las sombras blancos surcos ara. Al fulgor dulce de la luna clara
de tus ojos parecen tus cabellos sobre tu frente misteriosos sellos que sellan el secreto que te ampara. [33] Y allá, más dentro, en el cerrado limbo
del corazón un encendido brote de flor de infinitud, rojo corimbo de estrellas que el Destino echó por lote
en tu senda, y ciñéndolas de nimbo la niebla del misterio que es tu dote. |
B. IX 10.
Mira que van los días volanderos
y con ellos las lunas y los soles susurrando cual huecos caracoles marinos los susurros pasajeros del mar del infinito; son luceros
de misteriosa procesión faroles y á una esperanza ciega nunca inmoles la realidad que cruza los senderos. [35] Querer guardar los ríos en lagunas
resulta siempre una imposible empresa; no son sepulcros las abiertas cunas en que la vida se eternice presa,
y no pudiendo detener las lunas con ellas ve en el giro que no cesa. |
B. IX 10.
Vuelvo á acostarme en tí, mi amiga cama,
que abrigaste mis noches siendo mozo y tu tibieza un recojido gozo por todos mis sentidos desparrama. En sueños hoy reanudo en tí la trama
de los viejos recuerdos trozo á trozo de cuando aun sin apuntarme el bozo era mi pena ya conquistar fama. [37] Y luego en tí... mas calla y enmudece;
la cama ha de ser velo y ser escudo, la más santa memoria se envilece si no es guardada por un pecho mudo;
y puesta á la luz cruda no florece; oh, si muriese en tí, también desnudo! |
B. IX 10.
Te acuerdas? Fué en mañana del otoño
dulce de nuestra tierra, tan tranquilo, en que esparce sus hojas aquel tilo que sabes; eras tú verde retoño con las trenzas no presas aun en moño
cuando pasando junto á mí yo el filo no resistí de tu mirar y asilo corrí á buscar al corazón bisoño [39] en el cercano templo. De tus labios
fluía gota á gota una sonrisa muda y clara, cual de alma sin resabios de amor pero que está al amor sumisa;
desde entonces tus ojos astrolabios son de mi viaje que en cielo frisa. |
B. IX 10.
Se van los años cada vez más breves,
con rosas primavera, con los trigos el verano, el otoño con los higos y el negro invierno con las blancas nieves. Según hacia tu ocaso más te mueves
más raudos van, de tu vivir testigos que te arrancan, cual fieros enemigos, al reposo. Si allá en las horas leves [41] de mocedad marchaban en tortuga,
hoy descubres la ley que nos aflige de gravedad, á tu primer arruga; más cerca de la tierra se te exige
que corras más y no queda otra fuga que ir á parar donde el destino fige. |
B. IX 10.
Para hipócrita no hay como la hormiga
queriendo hacernos ver como trabaja, viene y va, vuelve, torna, sube y baja arrastrando á las veces una miga. Afán de logro dicen que la hostiga
y que do quiera busca sacar raja y que deja cantando entre la paja á la cigarra y que se va á la espiga. [43] No hagas caso; la miga es la de antaño,
la misma siempre, no más que un achaque para pasearse con el gesto huraño del atareado que nos trae en jaque.
De aquel que sabes tal es el amaño: no hace sino pasear con grave empaque. |
B. IX 10.
Ceñudo Pagazarri, viejo amigo
de la tristeza de mis mocedades tu soledá amparó mis soledades con su rasa verdura como abrigo. Tu adusta paz, de mi anhelar testigo,
al verte hoy á mi recuerdo añades y con el aire de tu cumbre invades este pecho que hiciste tú conmigo. [45] Las pardas peñas de San Roque, enhiestas
espaldas del jayán frente á la Villa se alzan llevando tu cabeza á cuestas y en el invierno allá en lo alto, orilla
del cielo de mi cuna, en breves puestas mi sol en la agonía al mundo brilla. |
B. IX 10.
Junto al caserío Jugo, barrio de Aperribay, en la anteiglesia de Galdácano, Vizcaya. |
Aquí, en la austeridad de la montaña
con el viento del cielo que entre robles se cierne redondearon pechos nobles mis abuelos; después la dura saña banderiza el verdor fresco que baña
Ibaizábal con férreos mandobles enrojeció, y en los cerrados dobles del corazón dejó gusto de hazaña [47] á mi linaje. Vueltos de la aldea
á la paz dulce y del trabajo al yugo la discordia civil prendió la tea que iluminó su vida y fué verdugo
de la modorra que el sosiego crea. Y así se me fraguó sangre de Jugo. |
B. IX 10.
En los tiempos de paz y en los de guerra
desde esa cumbre vió secular haya con terquedá en el valle férrea laya mover y remover la ingrata tierra, á la que ablandan aguas de la sierra,
mientras las rocas triturando en playa bramaba el mar del golfo de Vizcaya que una tragedia en cada ola encierra. [49] En el oscuro fondo del haedo
se abre la oscura boca de una mina de los viejos ferrones, y en el ruedo de la herrería que hoy está en rüina,
un escorial nos dice del denuedo que á un pueblo hacia la historia le encamina. |
B. IX 10.
Al salir de Bilbao, lloviendo el 20 IX 10. |
Desde mi cielo á despedirme llegas
fino orvallo que lentamente bañas los robledos que visten las montañas de mi tierra y los maices de sus vegas. Compadeciendo mi secura riegas
montes y valles, los de mis entrañas, y con tu bruma el horizonte empañas de mi sino y así en la fé me anegas. [53] Madre Vizcaya, voy desde tus brazos
verdes, jugosos, á Castilla enjuta donde fieles me aguardan los abrazos de costumbre, que el hombre no disfruta
de libertad si no es preso en los lazos del amor, compañero de la ruta. |
Al trasponer tus peñas, vieja Orduña,
sobre el fresco verdor de los maïces los amarillos trigos que raïces prenden en la llanada de la Armuña llenaban mi memoria, la que acuña
los pasos venturosos é infelices y que al igual de triunfos los deslices del corazón con avaricia empuña. [55] Es Vizcaya en Castilla mi consuelo
y añoro en mi Vizcaya mi Castilla; oh si el verdor casara de mi suelo y el mar que canta en su riscosa orilla
con el redondo páramo en que el cielo ante un sol se abre que desnudo brilla! |
En el tren, de B. á S. frente á Orduña, 20 IX 10. |
Sobre el pecho, colgada de tu cuello,
una cruz de oro refulgente llevas dando así al mundo acrisoladas pruebas de cristiana. En tu rostro un día bello los afeites é insomnios triste sello
de amor venal dejaron. ¡Pobres Evas que del pecado en las hediondas cuevas de la imagen de Dios el fiel destello [57] borrais! En vez de redentor ariete
de contrición que rompa tu desdoro, en tu pecho es sacrílego alcahuete ese signo que finge tu decoro,
mas su doble reclamo es de falsete pues ó sobra la cruz ó sobra el oro! |
En el tren, de Pancorbo á Burgos, 20 IX 10. |
οὔτε γὰρ ἄρχειν οὔτε ἄρχεσθαι ἐθέλω Heródoto III 83. [Greek: oute gar archein oute archesthai ethelê] |
Busco guerra en la paz, paz en la guerra,
el sosiego en la acción y en el sosiego la acción que labra el soterraño fuego que en sus entrañas bajo nieve encierra nuestro pecho. Rodando por la tierra
al azar claro del destino ciego vida en el juego y en la vida juego buscando voy. Pues nada más me aterra [59] que tener que ser águila ó tortuga,
condenado á volar ó bajo el yugo del broquel propio á que no cabe fuga, y pues á Dios entre una y otra plugo
dar á escojer á quien sudor enjuga ni mártir quiero ser ni ser verdugo. |
En el tren, entre Burgos y Valladolid, 20 IX 10. |
. . . . . . . . las nubes coloradas al tramontar del sol bordadas de oro. Garcilaso: Egloga primera. |
La agonía del sol en el ocaso
sobre el negro verdor de las encinas de su lecho detrás de las cortinas de leves nubes de purpúreo raso. Y allá en levante, ya de luz escaso,
en el luto agonizan las colinas mientras del cielo en cúpula y pechinas se asienta el polvo del febeo paso. [61] Morir así, á los profanos ojos
velado, mas ceñido de la gloria, rompiendo á los mortales los cerrojos con que guardan avaros la memoria,
y con fulgor de resplandores rojos dejar sellado el cielo de la historia! |
En el tren, entre Valladolid y Medina del Campo, 20 IX 10. |
En la del Campo secular Medina,
junto al rubio Castillo de la Mota que al cielo de Castilla yergue rota su torre, cual blasón de la rüina de aquella hidalga tierra isabelina,
la de cruz y espadón, sotana y cota, que allende el mar, en extensión remota, vendió su sangre al precio de una mina, [63] velan el sol con su humareda sucia
turbando el sueño de Isabel los trenes, mientras Maese Luzbel que con la astucia de su saber nos tiene el alma en rehenes,
sobre esta España que avariento acucia vuelca el raudal de los dudosos bienes. |
En la estación de Medina del Campo noche del 20 al 21 IX 10. |
Vidi e conobbi l’ombra di coluí che fece per viltate il gran rifiuto. Dante. Inferno III, 59-60. |
Al abrigo fatal de la cogulla
con que te encubres el altivo ceño se incuba libre el ambicioso ensueño que soledad con su silencio arrulla. Del mundo huyendo la inocente bulla,
vuela adusto tu espíritu aguileño en torno no del sacrosanto leño que con su yugo al corazón magulla [67] si no del solio. Aunque la plaza huiste
la plaza llevas dentro y es la musa con que Satán te pone el alma triste, la que te dió la vocación confusa
por la que adiós á tu familia diste, que no, cobarde, harás la gran rehusa. |
S. 22 IX 10.
Dios te conserve fría la cabeza,
caliente el corazón, la mano larga, corta la lengua, el oído con adarga, y los piés sin premura y sin pereza. Cuando en la senda del vivir tropieza
el hombre del dolor bajo la carga su propio peso es el que más le embarga para alzarse del suelo. La tristeza [69] sacude, empero, que ella es el estrago
más corruptor de nuestras pobres vidas, pues no es vivir vivir bajo su amago. No por tus obras tus tesoros midas
si no que el alma, de fé pura en pago, se levanta merced á sus caídas. |
23 IX 10.
Leyendo á Cournot. |
Hay la ley del milagro que regula
cuanto escapa á otra ley pues ni Dios mismo, con su poder, se arranca del abismo en el que toda sinrazón se anula. Es ley de vida que no se formula
en trazado ni en cifras de guarismo mas la mente compréndela en bautismo y con nombre de azar la disimula. [71] Dios á dos manos teje en su telar
con la zurda llevando el recio trazo que el hombre á ciencia logra sujetar, mientras su diestra en ese cañamazo
borda al santo capricho del azar que es del progreso el poderoso brazo. |
S. 24 IX 10.
Hay rocas que conservan, alegatos
al diluvio anteriores, las señales que dejaron rastreros animales de su paso en la tierra. Los estratos pedernosos en esos garabatos
como con grandes letras capitales nos dicen las memorias ancestrales de sus vidas. El sabio los hiatos [73] de esas huellas supone y con tanteos
logra fijar la alcurnia de una raza que pasó, mas el cielo á los ondeos del volar de las aves no da caza.
En la historia del hombre los rastreos quedan así, no de sus vuelos traza. |
S. 23 IX 10.
Desde Gredos, espalda de Castilla,
rodando, Tormes, sobro tu dehesa pasas brezando el sueño de Teresa junto á Alba la ducal dormida villa. De la Flecha gozándote en la orilla
un punto te detienes en la presa que el soto de Fray Luis cantando besa y con tu canto animas al que trilla. [75] De Salamanca cristalino espejo
retratas luego sus doradas torres, pasas solemne bajo el puente viejo de los romanos y el hortal recorres
que Meléndez cantara. Tu consejo no de mi pecho, Tormes mío, borres. |
S. 24 IX 10.
Fué tu vida pasión en el desierto
mar de la pena, bajo la tormenta del viento que las olas acrecienta soñando siempre en el lejano puerto. Nunca viste á piedad el cielo abierto,
luchaste sin la luz que al bravo alienta contra la suerte, fría y avarienta, y empiezas á vivir después de muerto. [77] Llegan ahora á cantar sobre tu tumba
los que por fin dejaron de temerte; el eco de la gloria no retumba si no al arrimo de tu oído inerte;
menester es que el héroe sucumba para cobrar justicia de la muerte. |
S. 25 IX 10.
Tu pecho, de esplendor dorico-jónico,
tiene en el corazón el relicario en que guardas las hojas del breviario del rezo lento del amor canónico. Lleva tu cara de perfil armónico
cual lámparas tus ojos del sagrario y tu boca, de corte lapidario, una sonrisa de vigor irónico. [79] Se santigua mi carne si contemplo
de tu sagrada carne el edificio; de la virtud carnal eres ejemplo; es tu vida un alegre sacrificio
y tu cuerpo de Santa Venus templo donde carece de sentido el vicio. |
S. 25 IX 10.
Vidas de otoño son, crepusculares,
con un sentido ambiguo é indeciso, sin que se sepa que es lo que Dios quiso al crearlas decir. Con sus pesares oscuros cruzan campos y lugares
marcando á vuelo roto sobre el piso la vaga sombra. Su hálito sumiso va al morir á las nieblas estelares. [81] Sale, perdido ya, negro murciélago
en estas noches tibias de setiembre el cielo del otoño á disfrutar y vuela acaso de la aceña al piélago,
sin que su triste sino se remembre, su oscura vida errática á acabar. |
S. 25 IX 10.
Le dió Mateo la cabeza humana,
tronco de toro Lucas, leoninas garras Marcos y Juan las aquilinas alas le dió. Nacido una mañana de oscura niebla, la que de Dios mana
pura lumbre por valles y colinas vertió, pero velada por neblinas con que á uno enferma si es que al otro sana. [83] Porque es la encarnación de aquel querube
cuyo nombre en el cielo es el de Esfinge, que entre fulgores de dorada nube la faz del Dios de amor y de ira finge
y sin llegarle nunca hacia Aquel sube que la luz del misterio en sí restringe. |
S. 26 IX 10.
Te arrancaron, Esfinge de granito,
las alas, y tu cuerpo las arenas cubrieron, y de entonces nos condenas en la senda que lleva al infinito marcándonos fatal el postrer hito,
á clavar nuestra planta en las almenas de tu frente, perdiéndose entre penas de vanidad de anhelo nuestro grito. [85] En torno tuyo el abrasado yermo
contempla al cielo de simunes cálido que sañudo te azota sin piedad, mientra en rezago el peregrino enfermo
muere de sed y sobre el pecho inválido ve á la muerte trayendo libertad. |
S. 26 IX 10.
El sol de otoño ciernes de mi alcoba
en el ancho balcón, rectoral parra que de zarcillos con la tierna garra prendes su hierro. Y rimo alguna trova en ratos que el oficio no me roba
á tu susurro, de esta tierra charra viejo eco de canción. No irán á jarra cual las que sufren del lagar la soba [87] parra de mi balcón, tus verdes uvas;
para mi mesa guardo los opimos frutos del sol de otoño bien repletos; no quiero que prensados en las cubas
de vino se confundan mis racimos y con ellos se pierdan mis sonetos. |
S. 26 IX 10.
Oye mi ruego tú, Dios que no existes,
y un tu nada recojo estas mis quejas, tú que á los pobres hombres nunca dejas sin consuelo de engaño. No resistes á nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuanto tú de mi mente más te alejas más recuerdo las plácidas consejas con que mi ama endulzóme noches tristes. [89] Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres si no Idea; es muy angosta la realidad por mucho que se espande para abarcarte. Sufro yo á tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras existiría yo también de veras. |
S. 26 IX 10.
Al sol y de los vientos al socaire
sin sacudirse moscas, con la legra más tajante que lengua de una suegra afeita perros muertos el pelaire. Rapa con tino y singular donaire
y así se gana la comuña negra, y mientras rapa su trabajo alegra cantando sus trabajos al desgaire. [91] Es un artista; no comete un yerro
ni para hasta dejar el rape al punto, que si vivo es costoso hinchar un perro no es fácil afeitarle ya difunto.
La moraleja en breve frase encierro: es arte el dominar cualquier asunto. |
S. 26 IX 10.
Hermosos ojos que no veis, topacios
de lumbre muerta, cristalinas lunas, gemelas tristes, vais por los espacios tenebrosos mecidas como cunas de invisibles visiones y de agüeros
de un mundo que marrara. Y de tiniebla se abren ante vosotros los senderos que van rompiendo de la luz la niebla. [93] Hermosos ojos que no veis, se mira
el angel de la luz en vuestro brillo, un soplo inmaterial triste suspira, alza vista sin ojos al castillo
de Dios, y entona luego con su lira aquel de eterno Amor dulce estribillo. |
S. 27 IX 10.
Salmo XLII 2.—Exodo XXXIII 20.—Marc. IX, 25.—Marc. IX 24. |
Sed de Dios tiene mi alma, de Dios vivo:
conviértemela, Cristo, en limpio aljibe que la graciosa lluvia en sí recibe de la fé. Me contento si pasivo una gotica de sus aguas libo
aunque en el mar de hundirme se me prive, pues quien mi rostro ve—dice—no vive y en esa gota mi salud estribo. [95] Hiéreme frente y pecho el sol desnudo
del terrible saber que sed no muda; no bebo agua de vida, pero sudo y me amarga el sudor, el de la duda,
sácame, Cristo, este espíritu mudo, creo, tú á mi incredulidad ayuda. |
S. 27 IX 10.
29 IX 10.
Ahora que ya por fin gané la cumbre,
á mis ojos la niebla cubre el valle y no distingo á donde va la calle de mi descenso. Con la pesadumbre de los agüeros vuelvo hacia la lumbre
que mengua la mirada. Que se acalle te pido esta mi ansión y que tu dalle siegue al cabo, Señor, toda mi herrumbre. [97] Cuando puesto ya el sol contra mi frente
me amaguen de la noche las tinieblas, tú, Señor de mis años, que clemente mis esperanzas con recuerdos pueblas,
confórtame al bajar de la pendiente; de las nieblas salí, vuelvo á las nieblas. |
S.
Juan I 1. Mat. VI 9. |
Llave del ser, fué en un principio el verbo
por el que se hizo todo cuanto muda y el verbo es la cadena con que anuda Dios los dispersos granos de su acervo. Por él el hombre deja de ser siervo,
se vale de él en la batalla ruda y en él la apaga cuando su alma suda como en la fuente tras de acoso el ciervo. [99] Sea de Dios santificado el nombre
que es Dios también, pues fué con la palabra como creara el mundo en un principio. Con la palabra, como Dios, el hombre
su realidad de ideas forja y labra: nunca la profaneis á huero ripio. |
S. 28 IX 10.
Del atlántico mar en las orillas
desgreñada y descalza una matrona se sienta al pié de sierra que corona triste pinar. Apoya en las rodillas los codos y en las manos las mejillas
y clava ansiosos ojos de leona en la puesta del sol; el mar entona su trágico cantar de maravillas. [101] Dice de luengas tierras y de azares
mientras ella sus piés en las espumas bañando sueña en el fatal imperio que se le hundió en los tenebrosos mares,
y mira como entre agoreras brumas se alza Don Sebastián, rey del misterio. |
S. 28 IX 10.
The central mud volcano. Carlyle. |
Vuelve á erumpir aquel volcán de cieno
que guarda en su cogollo nuestra Europa y sobre España vierte de su copa las heces bien yeldadas con veneno. A fuerza nos las mete con barreno
sabiendo bien que aquello con que topa, no se limpia después ni aun con garlopa que en su rasgar nos desgarrara el seno. [103] Guisa la historia cual le viene en gana
pues ella tiene la sartén del mango y á quién á lagotearla no se allana le echa la mugre, de su ciencia el fango,
que en estos tiempos de plomada y llana no hay como ser nación de primer rango. |
S. 29 IX 10.
Salmo CIX 28 |
Aunque ellos me maldigan qué me importa
si me bendices tú, mi Dios hereje; tu santa diestra mi destino teje y tú me enseñas que la vida es corta y muy larga la muerte. Me conforta
tu silencio mandándome no ceje de lanzar á este viento que nos meje mi voz que á inquietarse les exhorta. [105] Mientras de mí, Señor, tú no recabes
que aquel nuestro secreto al fin divulgue yo de ellos no me quejo, ya lo sabes, y encuentro natural se me escomulgue;
muy justo es que la Iglesia con las llaves del Pescador rascándose se espulgue. |
S. 29 IX 10.
Eres un zorro que escapó de trampas
aunque te vistes con la piel del topo zapa-misterios por si al paso un zopo polluelo te saliera y te lo zampas. Trepas de la piedad las crespas rampas
bajo una cruz que es de ahuecado chopo, borrando vas tus huellas con el jopo; nadie sabe de noche donde acampas. [107] Quieres entrar al cielo con el cerdo
de San Antón, el perro de San Roque, con el cuervo de Elías; no eres lerdo y sabes bien las mañas del azoque.
Que ellos teniendo su patrón, el tuyo no ha de faltar, del santoral arguyo. |
S. 29 IX 10.
Salmo CXXVII 2. |
Alzame al Padre en tus brazos, Madre de Gracia
y ponme en los de El para que en ellos duerma el alma que de no dormir está ya enferma, su fe, con los insomnios de la duda, lacia. Haz que me dé, á su amado, sueño que no sacia
y á su calor se funda mi alma como esperma, pues tan sólo en el sueño, á su calor se merma de este vano vivir la diabólica audacia. [109] Este amargo pan de dolores pide sueño,
sueño en los brazos del Señor donde la cuna se mece lenta que hizo de aquel santo leño de dolor. Ese sueño es mística laguna
que en eterno bautismo de riego abrileño con su hermana la muerte la vida reanuda. |
S. 30 IX 10.
El negro lirio del jardín monástico,
aquel que conocía tu congoja, rinde su copa pues ya no la moja ni de tu frente el sudor escolástico ni el llanto de tus ojos eclesiástico,
desde que vistes esa capa roja bajo la cual picado se te afloja aquel cordón que hiciste tan elástico. [111] Al negro lirio del jardín la brisa
bajo rezos de coro y el murmullo del refectorio trae ecos de risa del Tentador. Y á su fatal arrullo
el lirio negro, cual si oyera misa recoje compungido su capullo. |
S. 30 IX 10.
Del ciprés á la sombra, en un recodo
del jardín del convento un negro lirio le decía á Sor Juana del martirio de salir limpia de huesa de lodo. Recordaba á su padre que beodo
el candor le rompiera en un delirio y á cuyos pies su mocedad cual lirio votivo ardió. Lo recordaba todo: [113] la del invierno negro blanca noche
en que mientras nevaba á copo lento su madre se murió, sin un reproche, y aquella en que llegó con fiero viento
la amiga de su padre en el derroche, y ella, huyendo el hogar, corrió al convento. |
S. 1 X 10.
Válanos el Señor y nos socorra
ante esta energuménica avalancha, y quién los ilumina y los engancha? que ya no es la paloma, es una zorra. Ni eso tampoco es cruz, es cachiporra
que rompiendo cabezas las ensancha y en bautismo de sangre así las mancha; ni evangelio eso es, si no camorra. [115] Benditos, sí, los mansos pues la tierra
poseen y de paz son sus abrazos; pero quien aquí abajo sólo encierra el largo anhelo preso en cortos lazos?
Padece el cielo fuerza y de la guerra la gloria conquistarlo es á cristazos. |
S. 2 X 10.
Levanta de la fé el blanco estandarte
sobre el polvo que cubre la batalla mientras la ciencia parlotea, y calla y oye sabiduría y obra el arte. Hay que vivir y fuerza es esforzarte
á pelear contra la vil canalla que se anima al restalle de la tralla y ¡hay que morir! exclama. Pon tu parte [117] y la de Dios espera, que abomina
del que cede. Tu ensangrentada huella por los mortales campos encamina hacia el fulgor de tu eternal estrella;
hay que ganar la vida que no fina, con razón, sin razón ó contra ella. |
En el tren, entre Salamanca y Béjar 1 X 10. |
Departían así en el refectorio:
—Más negro cada vez es el bodigo... —Parece de bellota de quejigo... —A qué ha venido á dar el ofertorio! —Es decreto de Dios y bien notorio,
por andarlo buscando de trastrigo, á la gula nos manda este castigo. —Debe de estar en quiebra el Purgatorio! [119] —y la Iglesia, por tanto, ya en naufragio...
—Es la fé cada día más rehacia... —Inútil es cantemos el trisagio porque en tiempos de impía democracia
la grey, acostumbrada ya al sufragio, no sufre barateros de la gracia. |
S. 3 X 10.
Ves al ocaso en limpio mar de plata
flotar vagos islotes de ceniza celeste, entre los cuales agoniza el dragón que los días arrebata. Santa visión que el alma te rescata
del mundo que á su afán nos esclaviza y la esperanza, de la fé melliza despierta en tí. Y en ese que retrata [121] del cielo el mar arrullador regajo
que entre tomillo y mejorana brota dejas correr el alma aguas abajo mientras el siglo desbocado trota
y gozas, libertado del trabajo, rincón en que morirte gota á gota. |
S. 3 X 10.
Chi l’ombre indusse del piangente salcio su’ rivi sacri? ti rapisca il vento de l’Apennino, o molle pianta, amore d’umili tempi! Qui pugni a’verni e arcane istorie frema co’ l palpitante magio ilice nera, a cui d’allegra giovinezza il tronco l’edera veste. Carducci. Alle Fonti del Clitumno. |
La inmoble encina al cielo inmoble alza redonda
la copa prieta que ni cierzo fiero riza mientra el sauce llorón en el agua huidiza la cabellera tiende hundiéndola en la onda. Van sus hojas de otoño del río en la ronda
hacia el mar en que el río vencido agoniza y al llegar del invierno los cielos ceniza menea su manojo de varas sin fronda. [123] Deme Dios el vigor de la encina selvática
que huracanes respira en su copa robusta y del alma en el centro una rama fanática con verdor de negrura perenne y adusta
que no quiero del sauce la fronda simpática que á las aguas que pasan doblega su fusta. |
S. 4 X 10.
¡Que no hay más Dios que Dios, y su profeta
Iñigo es, el vasco morabito, el que el Corán de Cristo en monolito erigiera. Que al alma más inquieta si se somete á su piadosa dieta,
se le arranca de manos del Precito; hay que buscar la libertá en el rito, los Ejercicios dicen la receta. [125] No se injerta la palma en el abeto
ni caben mescolanzas, africana nuestra piedad será, y frente al reto de la insufrible petulancia ariana,
de pitas y de chumbos con un seto guarde su senda nuestra caravana. |
S. 4 X 10.
Días de ayer que en procesión de olvido
llevais á las estrellas mi tesoro, no formareis en el celeste coro que ha de cantar sobre mi eterno nido? Oh Señor de la vida, no te pido
si no que ese pasado por que lloro al cabo en rolde á mi vuelto sonoro me dé el consuelo de mi bien perdido. [127] Es revivir lo que viví mi anhelo,
y no vivir de nuevo nueva vida, hacia un eterno ayer haz que mi vuelo emprenda sin llegar á la partida,
porque, Señor, no tienes otro cielo que de mi dicha llene la medida. |
S. 5 X 10.
Piensa como respira, con cadencia
orgánica; piensa con el lenguaje —concreción secular de la experiencia— de su pueblo, y en recio maridaje viven su fé y la íntima creencia
de que aquella brotó. Es el vasallaje de libertad que rinde ante la herencia vital á la que debe su bautismo. [129] Piensa con las ideas de su raza,
pues siente bien que para ser él mismo ha de arreciar aquello que le enlaza con los suyos. Piensa como respira
y su alma, con patriótica cachaza, resuella alguna vez, nunca delira. |
S. 6 X 10.
ἀλλὰ πτύσας ὡσεί τε δυσμενῆ μέθες τὴν παῖδ’ ἐν Ἅιδου τήνδε νυμφεύειν τινί Sófocles, Antigona. 653-654. [Greek: alla ptysas hôsei te dysmenê methes tên paid’ en Haidou tênde nympheuein tini] |
Coqueteas, hipócrita gazmoña,
con Cristo, á quien llamándote su sierva, le tienes como á novio de reserva por si el otro marrase. Ya bisoña no eres en estas lides, la ponzoña
sabes sacar de la embrujada hierba del amor y ponértela en conserva, por si á su toque mocedad retoña [131] Con todo tu recato y tu misterio
no andas sino detrás de matrimonio, pero no espiritual y de salterio; mas por mucho que al pobre San Antonio
le sobes con ofrenda y sahumerio te tendrás que cargar con el demonio. |
S. 6 X 10.
Como en el buey en tí ya no es el cuerno
sino atadero para la correa del yugo; cuando llegue la pelea estorbo te será. Te ha puesto tierno el largo establo, abrigo del invierno,
y del servil trabajo la tarea, y ya no tienes ni remota idea de que es un arma. Tal es el eterno [133] ejemplo de quien hace de la espada
reja de arado sobre que se encorva y del machete defensor azada en que del todo su vigor se absorba;
el cuerno no te sirve ya de nada y al tener que luchar más bien te estorba. |
S. 6 X 10.
Quidquid cogitari vel desiderari potest est minus quam Deus. Sto. Tomás de Aquino. Opusc. VII. 4. |
Cómoda acusación la de ateísmo
para traer á un simple al estricote, mas ello se reduce á un mero mote que es el de Dios un insondable abismo, en que todo es al cabo uno y lo mismo
y no hay por tanto quien de él agote contrasentidos; en un pasmarote hánosle convertido el catecismo. [135] Tomamos como fé á la esperanza
que nos hace decir: «Dios, en tí creo!» cuando queremos creer, á semejanza nuestra haciéndole. Dios es el deseo
que tenemos de serlo y no se alcanza; quien sabe si Dios mismo no es ateo! |
S. 6 X 10.
Almas de Dios que bajo el recio hostigo
del cielo atravesais esta galerna de la vida que pasa hacia la eterna llevando rumbo; cuando ya al abrigo esteis seguras en el puerto amigo,
la nave—destrozados la cuaderna y el gobernalle, que ya no gobierna— en girones cual capa de mendigo, [137] y con el pecho de onda amarga lleno
en él se mezclará á vuestra alegría cierto pesar; añorareis el trueno de tempestad, pues que de paz el día
si es dulce es porque hacemos en su seno con la pasada guerra poesía. |
S. 7 X 10.
Días de dejadez en los que no se acaba
lo que se comenzara, días de modorra y vaciedad en los que el no hacer nada borra el deseo de hacer y en los que nos agrava el pecho sentir como la vida es esclava
triste de la acción que el dolor no nos ahorra; días en los que no hay un Dios que nos socorra quitándonos de sobre el corazón la traba [139] de la conciencia de lo vano del empeño,
días de languidez en que el mortal desvío de la vida se siente y sed y hambre del sueño que nunca acaba, días de siervo albedrío,
vosotros me enseñais con vuestro oscuro ceño que nada arrastra más al alma que el vacío. |
S. 10 X 10.
Sacude la tristeza y tu ánimo recobra,
no quieto mires de la fortuna la rueda como gira al pasar rozando tu vereda que á quien quiere vivir vida es lo que le sobra. No haces sino nutrir esa mortal zozobra
que así en las redes del morir lento te enreda, pues vivir es obrar y lo único que queda la obra es; echa, pues, mano á la obra. [141] Ve sembrándote al paso y con tu propio arado
sin volver la vista que es volverla á la muerte, y no á lo por andar sea peso lo andado. En los surcos lo vivo, en tí deja lo inerte,
pues la vida no pasa al paso de un nublado; de tus obras podrás un día recojerte. |
S. 10 X 10.
Sólo las patrias son la gran escuela
del ideal de la hermandad humana pues de las patrias es de donde emana la fe en nuestro destino, la que apela al Dios de todos. Aunque su faz vela
del Sinaí en las nubes, Él se allana á dar sus tablas á Moisés y arcana antes su ley en patria se revela. [143] Oh Dios de Covadonga y Roncesvalles,
Dios de Bailén, señor de nuestra hueste, que tu nombre por tierras y por valles bendigan de esta España y la celeste,
y en confesarte único no acalles mi voz mientras su aire ella me preste. |
S. 10 X 10.
La sangre de mi espíritu es mi lengua
y mi patria es allí donde resuene soberano su verbo, que no amengua su voz por mucho que ambos mundos llene. Ya Séneca la preludió aun no nacida,
y en su austero latín ella se encierra, Alfonso á Europa dió con ella vida Colón con ella redobló la tierra. [145] Y esta mi lengua flota como el arca
de cien pueblos contrarios y distantes, que las flores en ella hallaron brote de Juárez y Rizal, pues ella abarca
legión de razas, lengua en que á Cervantes Dios le dió el Evangelio del Quijote. |
S. 10 X 10.
Mantiene con su Dios largos monólogos
en el centro del alma, según dice, cuidando mucho no se les deslice la más leve herejía; son teólogos los dos, según él cree, pero en apólogos
tienen que hablar, y no hay quien los cotice en su justo valor, y al infelice con líos de palabras los filólogos [147] se le vienen encima. Y él responde:
«Hablar con Dios meterse es hasta el fondo del abismo; por mucho que se ahonde no se le toca; cuanto puedo sondo
y respondo de mí, mas Dios se esconde y es de Él, de Dios, de quien yo no respondo». |
S. 12 X 10.
L’ homme qui pense est un animal depravé. J. J. Rousseau. |
No se puede pensar, que es correr riesgo
de pecar sin saberlo; el Enemigo malo nos ronda y suele entrar de sesgo en el alma que no lleva el abrigo de una fe de cordón y escapulario
con su saber ya infuso en el bautismo, la fe del carbonero ó carbonario que de uno ó de otro modo son lo mismo. [149] Lo que trajo la muerte fué la gula
de la ciencia que es muy mala costumbre; para el ayuno de pensar no hay bula que valga; hay que matar la incertidumbre;
Dios nos dió el pensamiento como prueba, dichoso quien no sabe que le lleva! |
S. 12 X 10.
Noche blanca en que el agua cristalina
duerme queda en su lecho de laguna sobre la cual redonda llena luna que ejército de estrellas encamina vela, y se espeja una redonda encina
en el espejo sin rizada alguna, noche blanca en que el agua hace de cuna de la más alta y más honda doctrina. [151] Es un rasgón del cielo que abrazado
tiene en sus brazos la Naturaleza, es un rasgón del cielo que ha posado y en el silencio de la noche reza
la oración del amante resignado sólo al amor que es su única riqueza. |
S. 12 X 10.
Hombre sin patria es bípedo implume,
contratante social de Juan Jacobo, zôon politicón, ó sea en globo un mamífero vertical. Consume por lo menos, y por lo más presume
de ser individuo. Es un estrobo sin tolete; su vida en puro robo á la hermandad humana se resume. [153] Es de la humanidad un puro extracto
píldora de la histórica Necrópoli, un ente muy sublime, pero abstracto, para ser estatuado en la Metrópoli,
un componente para entrar al pacto social de que saldrá la gran Cosmópoli. |
S. 12 X 10.
Pobre Satán! botado del escaño
del trono del Señor de las mercedes tú que ablandar con lágrimas no puedes el temple diamantino de tu daño. Que no puedes llorar, Satán huraño,
preso del miedo único en las redes, del miedo á la verdad, á que no cedes pobre Satán, padre del desengaño! [155] A vivir condenado sin remedio
contigo mismo sin descanso lidias y buscando olvidarte y para el tedio matar es que la vida con insidias
nos rodeas, teniéndola en asedio mientras el ser mortal nos envidias. |
S. 14 X 10.
Cúbreme con tus alas, ángel mío,
haciendo de ellas nube que no pasa; tú proteges la mente á la que abrasa la cara del Señor, mientras el río del destino bajamos. Pues confío
que cuando vuelva á la paterna casa, no ya velada la verdad, mas rasa contemplar pueda á todo mi albedrío. [157] Mira, ángel mío, que la vida es corta
aunque muy trabajosa su carrera y en ella no puede ir el alma absorta de su Dios. Así espero á que me muera
para verlo, pues única soporta la muerte á la verdad nuda y entera. |
S. 15 X 10.
φθόνος δὲ ἀρχῆθεν ἐμφύεται ἀνθρώπῳ Heródoto III, 80. El pensamiento inicial es de Quevedo. [Greek: phthonos de archêthen emphyetai anthrôpô] |
La envidia de morder nunca se sacia
pues no come; por eso es que no engorda, y á la pobre alma á la que sola aborda de puro soledad la pone lacia. Mas si su hiel en muchedumbre vacia
de gratitud al llamamiento sorda suele dejarla y la convierte en horda, que ella es la madre de la democracia. [159] Fué su hijo Caín el que erigiera
primero la ciudad en que sustento buscan los lacios, pues la envidia era es y será el más firme cimiento
de la hermandad civil, y ley primera; del crimen fundador el testamento! |
S. 19 X 10.
Na mao de Deus, na sua mao direita. Anthero de Quental. Soneto. |
Cuando, Señor, nos besas con tu beso
que nos quita el aliento, el de la muerte, el corazón bajo el aprieto fuerte de tu mano derecha queda opreso. Y en tu izquierda, rendida por su peso
quedando la cabeza, á que revierte el sueño eterno, aun lucha por cojerte al disiparse su angustiado seso. [161] Al corazón sobre tu pecho pones
y como en dulce cuna allí reposa lejos del recio mar de las pasiones, mientras la mente, libre de la losa
del pensamiento, fuente de ilusiones, duerme al sol en tu mano poderosa. |
S. 17 X 10.
Pues lo único que el hombre cumple en serio
es nacer; luego en derredor le asedia la farsa, y como Dios no lo remedia ni sirve del pesar el cruel cauterio da en actor. Y en este ministerio
cobra de la tal vida triste acedia y la muerte es escena de comedia aunque prólogo sea del misterio. [163] Los pasos del teatro siendo míticos
henchidos suelen ir de efectos mágicos y por tristes razones económicas los dos momentos de la vida críticos,
los nacimientos casi siempre trágicos y son las muertes casi siempre cómicas. |
S. 17 X 10.
Corán II 66, V 83, IX 32, LXI 18. |
Si Dios escatimándonos la lluvia
nos hurta el agua de frescura llena, es para que del páramo la arena usemos en bautismo; arena rubia cual la que azota en la abrasada Nubia
el simún. Es el Sol el que almacena la fé de fuego ardiente en nuestra vena, y nos da un arenal por cada zubia. [165] Y contra los impíos que pretenden
la luz de Dios soplando con su boca matar y con su vana ciencia ofenden nuestra salud, los de soberbia loca,
contra esos perros, mientras no se enmienden, toda lluvia de arena será poca. |
S. 19 X 10.
El ángel negro el corazón me toca
con sus alas llamándome del sueño en que me finjo con carrera loca romper el cielo en grupa á Clavileño. Mi pobre frente en la caída choca
con la verdad de gesto zahareño que dura é inmutable como roca sólo hiriendo alecciona á nuestro empeño. [167] Sumido entonces en mortal quebranto
tomo con la verdad odio á la vida, y cobro de mí mismo un recio espanto, pero me miras tú, compadecida,
y tus ojos me vuelven al encanto del dulce ensueño en que verdad se olvida. |
S. 20 X 10.
Te vuelves ya de un lado ya del otro
en busca de reposo; ni á la izquierda ni á la derecha le hallas, que es un potro la cama para tí. Pero recuerda cuando en tu vida pública perores
que esa dolencia á muchos les consume el alma triste, y no se la empeores con fáciles diatribas. Quien presume [169] de consecuente es como el hombre vano
de su salud que al pobre enfermo insulta haciendo de sus fuerzas arrogancia; un día cae el presumido sano,
en la pizarra se le ve y resulta que no era su salud sino ignorancia. |
S. 21 X 10.
Desafiando á la orgullosa Roma
desde el adusto páramo, Numancia, maestra de la ibérica arrogancia á que jamás por fuerza se la toma fuiste tú de la patria ya en la infancia.
Pero hoy vuelve á intentar en tí la doma no ya con catapulta, con carcoma que de los nobles rinde la constancia. [171] Mas no Roma civil, la que en la mano
del corazón llevaba su derecho si en la diestra la espada; el Capitolio cayó al eternizarse; el Vaticano
que á nuestra España tiene ya en acecho para con ella apuntalar su solio. |
S. 21 X 10.
Pobre alma triste que caminas sola
perdida del desierto en las arenas, llevando á cuestas solitarias penas oscuras, que no brillan con la aureola del martirio! El simún ola tras ola
de la vida te rompe las cadenas y la soez cuadrilla de las hienas la que fué tu mansión al fin viola. [173] La vida es soledad, sola naciste
y sola morirás, sola so tierra sentirás sobre tí la queja triste de otra alma que en el yermo sola yerra,
que al valle del dolor sola viniste á recabar tu soledad con guerra. |
S. 24 X 10.
Sucesor de Pilato, entregas Cristo
al sucesor de Anás, esto es al Papa, porque: «La majestad civil no tapa con su ley soñadores; no me invisto —dices—de extraña autoridad so capa
de orden; allá la religión, malquisto no me es el Hombre-Dios pero resisto que me conviertan la nación en Trapa.» [175] La Iglesia libre en el Estado libre
y á Cristo, como á rey de mofa vendes, juzgando así facilitar tu obra; mas castigado vas, quien equilibre
los dos poderes no hallarás ni entiendes que de los dos el uno está de sobra. |
S. 25 X 10.
Odi profanium vulgum. Horacio. |
«No todo moriré!» Así nos dice
henchido de sí mismo aquel poeta que odia al vulgo profano y que le reta á olvidarte esperando le eternice el reto mismo; es calculada treta
para mejor domarle y que bautice su gloria. Mas se escapa al infelice que aun quien al cabo su licor enceta [177] jamás lo apura. Y le llegó su hora
y consagrado fué; su poesía en nuestras mentes vive aun sonora... vive... esto es, se gasta: No sabía
creyendo entrar en la eternal aurora que hasta los muertos morirán un día! |
S. 25 X 10.
Reposa, corazón, que harto lidiaste
y reposando espérale al reposo postrero que no acaba; que te baste lo ya vencido en este tormentoso combatir, y curado del desgaste
en el descanso púrgate del poso de aquella mala sangre que cobraste en las arenas del ardiente coso. [179] Limpio has de ir á Dios, hoy pobre esclavo
de la lucha, y pues ésta es la que mancha límpiate de la paz en el profundo recojimiento; gozarás al cabo
el increado aire que te ensancha hasta fundirte al Corazón del Mundo. |
S. 26 X 10.
Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero y es mi único constante compañero labra mis penas con su pico corvo. El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre quiero que me dejeis con él solo y señero un momento, sin nadie como estorbo. [181] Pues quiero triunfo haciendo mi agonía
mientras él mi último despojo traga sorprender en sus ojos la sombría mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía el hambre atroz que nunca se le apaga. |
S. 26 X 10.
νοῦσοι δ’ἀνθρώποισιν ἐφ’ἡμέρῃ, ἁὶ δ’ἐπὶ νυκτὶ αὐτόματοι φοιτῶσι κακὰ θνητοῖσι φέρουσαι σιγῇ, ἐπεὶ φωνὴν ἐξείλετο μητίετα Ζεύς. Hesiodo.—Obras y Dras. 102-104. [Greek: nousoi d’anthrôpoisin eph’hêmerê, hai d’epi nykti automatoi phoitôsi kaka thnêtoisi pherousai sigê, epei phônên exeileto mêtieta Zeus.] |
Terribles noches de insomnio en las que se cuenta
el toque de las horas que van al vacío; su procesión cargada de vidas va lenta bajando por las aguas del eterno río. E insomne en la ribera el corazón se sienta
no pensando ni soñando si no en sombrío rumiar lo inevitable con que tienta al alma el Tentador, que así mete el desvío [183] de la lucha viril. Oh las noches terribles
de locas aprensiones y de vil congoja al ver las esperanzas hechas ya imposibles si una gota del río que pasa nos moja
y en el alba al mirarla con los aprensibles tristes ojos la vemos cual la sangre roja. |
S. 27 X 10.
κικκαβαῦ, κικκαβαῦ τοροτοροτοροτορολιλιλίξ Ἀριστοφάνους Ὄρνιθες boblibindo chicurmurco Shakespeare. All’s well that ends well. act. IV sc. 3 [Greek: kikkabu, kikkabu torotorotorotorolililix Aristophanous Ornithes] |
Es á la sombra del silencio santo
bajo el silencio de la sombra augusta, lánguidamente va volando el canto de una campana sobre la robusta rocosa serranía á la que el llanto
reviste de las nubes; en la adusta cima la tierra ciñe el negro manto que cuando muere el sol al pecho ajusta. [185] En la sombra la lluvia se diluye
y en el silencio el son de la campana, nocturno el río de las horas fluye desde su manantial, que es el mañana
eterno, y en sus negras aguas huye aquella mi ilusión harto temprana. |
S. X 10.
σὲ γὰρ προσηύδων οὐκ ἄν ὄνθ’ὑ πηρέτην Esquilo. Prometeo 983. [Greek: se gar prosêudôn ouk an onth’hu pêretên] |
Oh cristiano Mercurio, de tí impetro
una patria feliz, pues de tí Marte dependiendo su espada ha de ofrendarte; ese que empuñas, formidable cetro el de tira y afloja sutil metro
rige á la tierra; sobre tu baluarte brilla la cruz en el aureo estandarte de esa tu religión de pacto retro. [187] Tú que en heroícos tiempos de alcahuete
á los dioses serviste, dios espurio, luego los subastaste cual vil flete, te hiciste bautizar bajo perjurio
y hecho cristiano así en un periquete sobre ellos reinas hoy, oh vil Mercurio! |
S. 28 X 10.
Génesis XXXII 24-30. |
Señor, no me desprecies y conmigo
lucha; que sienta al quebrantar tu mano la mía, que me tratas como á hermano, Padre, pues beligerancia consigo de tu parte; esa lucha es la testigo
del origen divino de lo humano. Luchando así comprendo que el arcano de tu poder es de mi fé el abrigo. [191] Dime, Señor, tu nombre pues la brega
toda esta noche de la vida dura, y del albor la hora luego llega; me has desarmado ya de mi armadura
y el alma, así vencida, no sosiega hasta que salga de esta senda oscura. |
Oviedo 6 XI 10.
Oh pardas nubes, almas de los montes,
que recuerdos traeis aquí á la nava de aquel rincón en donde el alma esclava vivía de vosotras; cual bisontes en rebaño pasais, los horizontes
encrespando en fingida sierra brava que no á la tierra sino al cielo grava con su mole. Por mucho que remontes [193] tu vuelo, mi alma, esa encrespada sierra
de nubes nunca franquearás, muralla será de tus anhelos; de la tierra no la tierra, las nubes de que se halla
ceñida hacen la cerca que te encierra en el estrecho campo de batalla. |
De Oviedo á León 7 XI 10.
Cubre mi frente ya la espesa bruma
de la tarde que lanzan los regajos de la vida; vapor es de trabajos del sufrimiento. Al corazón abruma con hebras de agua helada que rezuma
de su seno; con ellas los cascajos baña de la ilusión y espumarajos fragua donde esperanza se me esfuma. [195] Cuando salga mi luna no he de verla
blanca brillar sobre mi negra ruta, del anillo del dedo de Dios perla, que va marcando de su mano enjuta
el golpe soberano hasta ponerla sobre mi frente que el agüero enluta. |
De Oviedo á León, 7 XI 10.
Sobre un pensamiento de Domingo Faustino Sarmiento. |
Te ví claro nacer entre las peñas
de la cumbre, brotando de la nieve, y laborioso luego tras de breve jugueteo mover ruedas de aceñas. Prados riegas después, saltando breñas
lavas minas y arrastras su relieve y tu esfuerzo al caer es el que mueve nuestra industria. Y así es que nos enseñas [197] nuestro deber, pues al llegar al río
que te absorbe, de cieno vas oscuro por haber sido útil; poderío que atiende sólo á conservarse puro
al cabo muere inútil en baldío prestigio preso cual en recio muro. |
De Oviedo á León, 7 XI 10.
Cuando el alma recuerda la esperanza
de que nutrió su juventud comprende que la vida es engaño y luego emprende soñar que fué lo que no fuera; avanza así con sus ensueños mas no alcanza
lo que esperó; soñando se defiende y llega al fin Aquella que nos prende con el lazo de la última membranza. [199] Para ver la verdad no hay mejor lumbre
que la lumbre que sube del ocaso, y que luego el verdor trueca en herrumbré; lanzadera fatal urde el acaso
de la vida en la trama la costumbre; toda vida á la postre en un fracaso. |
De Astorga á Zamora, 9 XI 10.
Aprieta más y tápame tu abrazo;
que no me vea cuando llega y pasa avizorando en torno de mi casa por si prenderme puede con su lazo. Deja que hunda mi frente en tu regazo
pues su mirada el corazón me arrasa y si es la vida que me resta escasa que no lo sepa, no, nada de plazo! [201] Engáñame; mis ojos con tus besos
cierra, tu corazón arrima al mío, que sólo al recordarla hasta en los huesos siento de la postrer congoja el frío;
así, igual que á un niño, sin excesos, que de ellos se aprovecha á su albedrío. |
De Astorga á Zamora, 9 XI 10.
Cállate, corazón, son tus pesares
de los que no deben decirse, deja se pudran en tu seno; si te aqueja un dolor de tí solo no acibares á los demás la paz de sus hogares
con importuno grito. Esa tu queja siendo egoísta como es refleja tu vanidad no más. Nunca separes [205] tu dolor del común dolor humano,
busca el íntimo aquel en que radica la hermandad que te liga con tu hermano, el que agranda la mente y no la achica;
solitario y carnal es siempre vano; sólo el dolor común nos santifica. |
S. 12 XI 10.
A ettos. |
Dejadme solo que no quiero bandas;
menos si de ellas me quereis caudillo, pues sé muy bien que empañareis mi brillo con vuestra sombra. Un potro son las andas que me ofreceis, aun cuando lleven randas
de oro y laurel. No quiero de argandillo servir para el devane del ovillo de vuestras viles pasioncillas blandas. [207] Solo y señero, que este es mi castigo
y en mi castigo busco mi consuelo; solo y señero y pongo por testigo á Dios, que mientras pese aquí en el suelo
á Él, que me aisla, quiero por amigo y os emplazo á vosotros para el cielo. |
S. 15 XI 10.
οὐ γὰρ πείσεις, οὐδ’ὴν πείσῃς ARISTÓFANES. Pluto. 600. [Greek: ou gar peiseis, oud’ên peisês] |
No me resignaré, no, que mi lote
bregar es sin espera de victoria y sucumbir en busca de la gloria de palizas cual las de Don Quijote. Mientras mi terco anhelo no se agote
defenderé aun la absurda, la ilusoria creencia que da vida, y no á la noria del saber triste con esclavo trote [209] regar haré. Que esa agua de la ciencia
al ánimo nos mete cual calambre la desesperación, pues la creencia vital borrando, nos amarga el hambre
de no morir y seca la existencia desenterrando su inmortal raigambre. |
S. 16 XI 10.
All men think all men mortal but themselves. Young. |
No la verdad, si la verdad nos mata
la esperanza de no morir, mi puerto de salvación en el camino incierto porque me arrastro. Si nos arrebata la ilusión engañosa que nos ata
á nuestra vida—engaño siempre abierto!— mejor que estar desengañado y muerto vivir en el error que nos rescata. [211] Pero cómo sabiendo que es engaño
vivir de su virtud? Por la pelea de que huye aquel de cerda vil rebaño que bajo tierra su ideal hocea,
pues desesperación es el escaño de la esperanza que su objeto crea. |
S. 17 XI 10.
Al no poder ser Cristo maldijiste
de Cristo, el sobrehombre en arquetipo, hambre de eternidad fué todo el hipo de tu pobre alma hasta la muerte triste. Á tu aquejado corazón le diste
la vuelta eterna, así queriendo el cipo de ultratumba romper, oh nuevo Edipo, víctima de la Esfinge á que creiste [213] vencer. Sintiéndote por dentro esclavo
dominación cantaste y fué lamento lo que á risa sonó de león bravo; luchaste con el hado en turbulento
querer durar para morir al cabo libre de la razón, nuestro tormento. |
S. 18 XI 10.
El toque del reló de media noche
en el silencio, cuando todo escucha, contando el vaciarse de la hucha del tesoro vital, es un reproche y una súplica: Mira, es un derroche
de alma el que haces en la recia lucha; de la natura la largueza es mucha pero se acaba al fin; el resto en coche [215] sigue y no á nudo pié, deja llevarte;
ayer fué dulce sol de invierno y necio lo perdiste, y Aquel que los reparte con su dedo señala al que en desprecio
tiene su don, y esa señal es parte al giro insomne del taladro recio. |
S. media noche 19-20 XI 10.
μούνη δ’αὐτόθὶ Ἐλπὶς ἐν ἀρρήκτοισι δόμοισιν ἔνδον ἔμιμνε πίθου ὑπὸ χέιλεσιν, οὐδὲ θύραζε ἐζέπτη Hesiodo. Obras y días. 96-97. [Greek: mounê d’autothi Elpis en arrêktoisi domoisin endon emimne pithou hypo cheilesin, oude thyraze ezeptê] |
No aun al mundo la segunda aurora
vierte en rosas envuelto su rocío y nuestra madre ya, pobre Pandora, pagando su hambre de saber, vacío ve en sus manos el vaso que atesora
de la vida el secreto, y de él el río de los males brotar. Y mientras llora la ceguera fatal de su albedrío [217] y el loco anhelo de su pecho inquieto,
de su ciencia fatal como escurraja la esperanza le queda, del secreto consuelo triste que al mortal trabaja
engaño avivador, y es lo concreto del vacío que guarda la tinaja. |
S. 23 XI 10.
Oh sol de invierno que por el ramaje
desnudo de verdores el tesoro nos ciernes, pío, de la sangre de oro con que tras de las siestas el celaje enciendes engañándonos; ropaje
eres común con que se abriga el coro de los pobres, y cumples el aforo de la vida al que rinde vasallaje [219] á la triste vejez. Oh sol clemente
que das al hielo brillo diamantino, sé mi consuelo tú cuando mi frente doble á la tierra, mi último destino,
y envuelve en el rojor de tu poniente de mi postrera noche el buen camino. |
S. 23 XI 10.
Media noche. La luna á la calleja
enjabelga. La tapia de un convento de una vera. Sobre ella, monumento de soledá, un ciprés lanza á una reja su sombra, en la que envuelta una pareja
consumiéndose. El mozo está sediento y ella siente en los hierros el violento batir del corazón. Cruza una queja [221] alada el aire y quiebra el embeleso
de los amantes. Vuela en roto giro un murciélago. «No, me tienes preso!» «Pues bien, adiós, mi Dios, ya me retiro!»
Rompe el silencio un redoblado beso; luego unos pasos lentos y un suspiro. |
S. noche 24-25 XI 10.
Invisible paloma, la tonada
con sus alas sonoras cruza y roza los riscos del barranco y á la moza que unas calzas remienda en la tenada le sacude el oído. Alborozada
bebe el reclamo; viene de la choza donde el pastor la sueña, y ella goza gozando de antemano la velada. [223] Por medio brama el río en hondo tajo
donde ni aun el enebro prender pudo y trillando en sus cuestas el cascajo con segura pezuña un gran barbudo
á una cabra que bebe en un regajo corre al son de aquel canto de remudo. |
S. 26 XI 10.
Dulcissime vanus Homerus. San Agustín. Confesiones. |
Al amor de la lumbre cuya llama
como una cresta de la mar ondea. Se oye fuera la lluvia que gotea sobre los chopos. Previsora el ama supo ordenar se me temple la cama
con sahumerio. En tanto la Odisea montes y valles de mi pecho orea de sus ficciones con la rica trama [225] preparándome al sueño. Del castaño
que más de cien generaciones de hoja criara y vió morir cabe el escaño abrasándose el tronco con su roja
brasa me reconforta. Dulce engaño la ballesta de mi inquietud afloja! |
S. 27 XI 10.
Don Juan de las ideas que cortejas
todas las teorías, libertino del pensamiento, eterno peregrino del ansia de saber, sé que te quejas de hastío de inquirir y que aconsejas
á los mozos que dejen el camino de la ciencia y encierren su destino de la santa ignorancia tras las rejas. [227] No amor á la verdad, si no lujuria
intelectual fué siempre el alimento de tu mente, lo que te dió esa furia de perseguir á la razón violento,
mas ella se vengó de tal injuria haciendo estéril á tu pensamiento. |
S. 29 XI 10.
A la yerba que cubre tu morada
de queda y donde tu alma en su capullo de polvo espera, arráncale un murmullo la lluvia que del cielo derramada la hiere. La canción es encantada
del último misterio, es el arrullo de nuestro último amor, el dulce abrullo de nuestra madre Tierra, ya cansada [229] de parir hombres que á su seno oscuro
vuelven á reposar. La pobre siente que el pasado penar con el futuro en su entraña se funden, y doliente
breza á sus muertos mientra al no maduro fruto de su dolor rinde la frente. |
S. 29 XI 10.
La tierra roja, el cielo añil, culmina
el sol desnudo en el zenit y asesta sus dardos; es la hora de la siesta; se empardece el verdor de la colina. A la redonda sombra de la encina
inmoble y negra, inmoble se recuesta el negro toro, y una charca apresta su espejo inmoble de agua mortecina. [231] Como un esmalte, de la calma al horno
recién fraguado, la visión se agarra y en el espacio es de quietud adorno; mas ay! que siempre eternidad nos marra,
pues pregonera del girar del torno del tiempo canta instantes la cigarra. |
S. 2 XII 10.
Pordiosero en besana de rastrojo
á la mejor de Dios mata la siesta, el día, como todos, le es de fiesta, horro de cuita y quito está de antojo. No le hace á su zurrón mella el gorgojo,
todo es cañada para él, sin Mesta, la cama tiene en donde quiera puesta, ni el sol le escalda ni le escuece el tojo. [233] Por bajo de la ley diestro se escurre,
mas si le atrapa, záfase al castigo; como nunca se afana, no se aburre; de todo eso de honor dásele un higo,
y no ya hi-d’algo es, si se discurre, hi-de-todo, de Dios, este mendigo. |
S. 1910.
He sorbido tus lágrimas, princesa,
y en ellas el secreto de tu pecho, mas no temas, lo juro por tu lecho, no lo dirá mi lengua que fué presa de tu boca. Soy fiel á mi promesa,
Cuando, mendigo, llegué á tí maltrecho del cielo amparo hallé bajo tu techo y me pusiste junto á tí en la mesa. [235] No sólo en ella. Pero bien, señora,
por delgado que sea cada estambre que traman la costumbre redentora, esta es de nuestra vida la raigambre
y se come, fijando antes la hora, más por matar el tiempo que no el hambre. |
S. 1910.
μηκέτ’ ἔπειτ’ ὤφελλον ἐγὼ πέμπτοισι μετεῖναι ἀνδράσιν, ἀλλ’ ἢ πρόσθε θανεῖν ἢ ἔπειτα γενέσθαι Hesiodo—Obras y días. 174-175. [Greek: mêket’ epeit’ ôphellon egô pemptoisi meteinai andrasin, all’ ê prosthe thanein ê epeita genesthai] |
He llegado harto pronto ó harto tarde
al mundo, en esta nuestra edad de hierro en que rinden los hombres al becerro de oro un mezquino corazón que arde en turbia fiebre, un corazón cobarde
que se complace en su mortal encierro y sigue á gozo el son del vil cencerro, de triste servidumbre haciendo alarde. [237] Fraternidad! he aquí la palabra
que del vivir nos cubre hoy el quebranto, el mágico moderno abracadabra para sustituir de Dios el manto,
mas es en vano, soledad nos labra del pomposo progreso el desencanto. |
S. 3 XII 10.
L’ homme est périssable. Il se peut; mais périssons en resistant, et si le néant nous est réservé, ne faisons pas que ce soit une justice. SÉNANCOUR. Obermann. lettre XC. |
Por si no hay otra vida después de esta
haz de modo que sea una injusticia nuestra aniquilación; de la avaricia de Dios sea tu vida una protesta. Que un anhelo sin pago así nos presta
y envuelto de su luz en la caricia el dardo oscuro que al dolor enquicia en la raíz del corazón asesta. [239] Tu cabeza, abrumada del engaño,
en la roca descansa que fué escaño de Prometeo, y cuando al fin te aplaste la recia rueda de la impía suerte,
podrás, como consuelo de la muerte clamar: «por qué, mi Dios, me abandonaste?» |
S. 9 XII 10.
Sweet silent thought. Shakespeare. Sonnet XXX |
En el fondo las risas de mis hijos;
yo sentado al amor de la camilla; Heródoto me ofrece rica cilla del eterno saber y entre acertijos de la Pitia venal, cuentos prolijos
realce de la eterna maravilla de nuestro sino. Frente á mí en su silla ella cose y teniendo un rato fijos [241] mis ojos de sus ojos en la gloria
digiero los secretos de la historia y en la paz santa que mi casa cierra, al tranquilo compás de un quieto aliento
ara en mí, como un manso buey la tierra, el dulce silencioso pensamiento. |
S. 10 XII 10.
Á donde fué mi ensueño peregrino?
á donde aquel mi porvenir de antaño? á donde fué á parar el dulce engaño que hacía llevadero mi camino? Hoy del recuerdo sólo me acompaño
—recuerdo de esperanza—y me imagino que al fin vendrá la paz á mi destino con el terrible olvido soterraño. [243] Paz más terrible que la vida misma,
porque esa paz es muerte en que se abisma el loco afán de los perdidos bienes, y en ella desterrados de la guerra,
con su mano implacable va la tierra deshojando la flor de nuestras sienes. |
S. 15 XII 10.
Oh alma sin hogar, alma andariega
que duermes al hostigo á cierro raso trillando los senderos al acaso bajo la fé de una esperanza ciega. Ese cielo, tu padre, que te niega
paz y reposo, bríndate al ocaso roja torre de nubes en que el vaso que ha de aplacar tu sed al fin te entrega. [245] Una noche, al pasar, en una ermita
te acojiste á dormir; sueño divino bajó á tus ojos desde la bendita sonrisa de la Virgen del Camino,
y ese sueño es la estrella en que está escrita la cifra en que se encierra tu destino. |
S. 15 XII 10.
Génesis, cap. XXXII, 24-30. Quijote. Parte I, cap. XXXV. τρὶς δ’ ἠέρα τύψε βαθεῖαν Iliada XX, 446. [Greek: tris d’ êera typse batheian] |
Dama de ensueño es más terrible dama
que la de carne; el pobre anacoreta rendido, al alba, encuéntrase en la cama solo, sin el amor y el alma inquieta. Cuando enemiga soledad le aprieta
triste consúmese en la fría llama de infecundo deseo, amor no enceta y está gastado por que sueña que ama [247] sin amar. Así tú que tu rescate
buscas en las tinieblas; el combate de Jacob con el ángel desafío con pellejos de vino que te abate
cual si lucharas de verdad; tu brío gastas y quien lo traga es el vacío. |
S. 21 XII 10.
Recio Jesús ibero, el de Teresa,
tú que en la más recóndita morada del alma mueres, cumple la promesa que entre abrazos de fé diste á la amada. Gozó dolor sabroso, Quijotesa
á lo divino, que dejó asentada nuestra España inmortal cuya es la empresa: sólo existe lo eterno; Dios ó nada! [249] Si él se hizo hombre para hacernos dioses,
mortal para librarnos de la muerte, qué mucho osado corazón, que así oses romper los grillos de la humana suerte
y que en la negra vida no reposes bregando sin cesar por poseerte? |
S. 26 XII 10.
Dios te guarde bufón de la tragedia,
tú que yeldas el llanto con la risa; cuando la muerte al corazón asedia la frente nos enjuga fresca brisa, tu alegre aliento que el pesar remedia
siquiera por un rato y en tal guisa cabe vivir, pues que sin tí la acedia acabaría con el alma á prisa. [251] Eres, bufón, la sal de la congoja,
gracias á tí perdura el alimento que es de la vida espiritual sustento; sólo dispara el arco que se afloja;
para poder vivir, sufrir, reimos, riamos, pues, ya que á sufrir nacimos. |
S. 29 XII 10.
ἁ... πολύπλαγκτος ἐλπίς Sófocles. Antígona 615. [Greek: ha... polyplanktos elpis] |
Esperanza inmortal, genio que aguardas
al eterno Mesías, del que sabes que nunca llegará, tú la que guardas á tu hija la fé con siete llaves y que ante la razón no te acobardas
si no haces á los corazones aves para volar sobre las nubes pardas de la fosca verdad, ya en mí no cabes, [253] Esperanza inmortal, ave divina!
que es mi alma para tí harto mezquina y te ahogas en ella, y por tal arte huérfano me he quedado de tu abrigo,
y ahora lucho sin tí por si consigo luchando así, á las ciegas, olvidarte. |
S. 30 XII 10.
Pero no, tú, inmortal, por siempre duras
pues vives fuera de nosotros, Santo Espíritu, de Dios en las honduras, y has de volver bajo tu eterno manto á amparar nuestras pobres amarguras,
y á hacer fructificar nuestro quebranto; sólo tú del mortal las penas curas, sólo tú das sentido á vuestro llanto. [255] Yo te espero, sustancia de la vida;
no he pasar cual sombra desvaída en el rondón de la macabra danza, pues para algo nací; con mi flaqueza
cimientos echaré á tu fortaleza, y viviré esperándote, Esperanza! |
S. 6 I 11.
Vorrei voler, Signor, quel ch’io non voglio. Miguel angel. |
Querría, Dios, querer lo que no quiero;
fundirme en Tí, perdiendo mi persona, este terrible yo por el que muero y que mi mundo en derredor encona. Si tu mano derecha me abandona
qué será de mi suerte? prisionero quedaré de mí mismo; no perdona la nada al hombre, su hijo, y nada espero. [257] «Se haga tu voluntad, Padre!» repito
al levantar y al acostarse el día, buscando conformarme á tu mandato, pero dentro de mí resuena el grito
del eterno Luzbel, del que quería ser, ser de veras, fiero desacato! |
S. 9 I 11.
Vive la liberté! Cualquier esclavo |
«No serviré!» gritó no bien naciera
una conciencia de sí misma, lumbre de las tinieblas del no ser; la cumbre del cielo tenebroso ardió en la hoguera del conocer fatal; toda la esfera
en su seno sintió la reciedumbre de haber sido creada, pesadumbre de la nada, su madre, y á la fiera [259] voz de reto los mundos en sus gonces
rechinaron de espanto y ese grito perdura sin cesar en las edades; y esclavos los mortales desde entonces
cantan, puesta la vista al infinito, sombras de libertad, las libertades. |
S. 9 I 11.
Pon tu mano, la que me diste, sobre mi hombro
y avanza tras de mí pues la senda se estrecha; por entre ruinas caminamos, el escombro hollando del que fué castillo cuya flecha penetraba en las pardas nubes y era asombro
de caminantes. Avizora nos acecha del roto torreón aquella que ni aun nombro por miedo de atraérnosla. De tí desecha [261] vanas ilusiones; á un porvenir marchamos
que fué gastado ya por otros; no me atrevo con engaño á guiar tu vida; tropezamos con el pasado al avanzar, todo es renuevo;
los en brote y los secos son los mismos ramos lo que ha de ser ha sido ya, nada hay de nuevo. |
S. 4 I 11.
Una mañana del florido Mayo
abrió sus alas húmedas de sueño y del naciente sol al tibio rayo al aire se entregó. Sobre el risueño haz del natal arroyo hizo el ensayo
primero de sus alas. Del empeño segura ya, voló. Breve desmayo posar le hizo en el pétalo sedeño [263] de un agabanzo. Y empezó el derroche
de su efímera vida en loco brillo de vuelos faltos de intención alguna, para morir, sin conocer la noche,
abatida por piedra de un chiquillo, de las nativas aguas en la cuna. |
S. 18 I 11.
—Me duele el corazón! —Pero le tienes? —Sólo sé que me duele..... —Por carencia. —Puede ser, mas le siento..... —Sí, en las sienes! —Bien, sufriré en silencio y con paciencia! —Mira, pues que á razones no te avienes, ni caso haces alguno de la ciencia, [265] para que ya los oídos no me llenes con tu queja, oye un caso, es tu dolencia: «Nada me duele más que aquella mano que perdiera» me dice un pobre amigo á quien se la amputaron..... ilusiones! dolerle el miembro que le falta! vano fruto del cavilar que es su castigo; así son las humanas aprensiones! |
S. 19 I 11.
Campanas que al pasado que no pasa
le dais lengua de bronce, peregrino que una vida descanso aquí, en mi casa, os oigo me llamais; de mi camino vuelvo la vista al cielo donde abrasa
á las nubes el sol y allí adivino lo que antes de ser fuí, cuando mi masa era parte del igneo torbellino. [267] Al cerrar la oración nada hace sombra
á su hermano de al lado, los recelos con la luz mueren, muere el ciego brío de la ciega batalla y en la alfombra
de Dios se abren las flores de los cielos de que cae la esperanza cual rocío. |
S. 19 I 11.
De Maistre. |
«Adelante! que es vuestra la victoria!»
clamaba en el combate el buen caudillo fingiendo la confianza obligatoria mientras su pecho el ponderoso trillo del tedio laceraba y á la gloria
sin creer en ella les llevó; el castillo rindióse ante su empuje, y su memoria brilla hoy de tal hazaña con el brillo. [269] «Y esto es vencer?—se dijo al verse solo—
mas ea! hay que engañar á los hermanos; vence el que cree vencer; yo que no creo debo engañarles; por su bien me inmolo;
ellos quieren vivir; pobres humanos, que así fingen el mundo á su deseo!» |
S. 22 I 11.
Os gusta? sí? pues seguirá la ronda;
no? por lo mismo! á quien no quiere caldo taza y media, que Dios me hizo el heraldo de sus frescas, y así monda y lironda cantaré á la verdad aunque se esconda
y á fin de cuenta sacaré mi saldo —aunque bien sé que no de metal gualdo— al cabo preso de mi recia sonda. [271] Mientras seguís en vuestra vieja farsa
yo aquí en mis soledades me chapuzo donde para bregar me ajusto el cincho; no he menester entrar en la comparsa,
pues sé que cual bichero, así mi chuzo soldado lleva el gancho junto al pincho. |
S. 20 II 11.
No me parece muy buena costumbre la de los prólogos si no que gusto más bien de los libros que empiezan ex abrupto, pero tratándose de un libro de versos el prólogo en prosa estimo imperdonable. Otra cosa es un epílogo, sobre todo si es justificativo.
No he querido ordenar los precedentes sonetos, fruto de cinco meses, por materias, prefiriendo presentarlos en el orden cronológico de su producción, que es, además, por ser el genético, el más íntimo. Sólo dos, el CX y el CXI están colocados un poco al azar, pues son anteriores á todos los demás y de una fecha que no sabría determinar.
Voy ahora á hacer seguir unas pocas y brevísimas notas, con algunas advertencias que juzgo convenientes más que para el mero lector—casi siempre benévolo—para el crítico y el literato que me lean.
Ante todo juzgo conveniente traducir aquí los lemas en lenguas extranjeras que aparecen[276] en sus originales al frente de los sonetos, por razones que sería un poco largo exponer ahora aquí.
Sólo dejo de traducir los que están en latín ó en francés, lenguas que tienen obligación de saber los bachilleres españoles.
Los dos textos que aparecen en la página de entrada son el uno de un soneto, el primero de Rime nuove, de Carducci en que llama al soneto «breve y amplísimo canto» y refiriéndose al Esquilo que nació cabe el Avon, es decir Shakespeare, dice de su soneto: «fuiste de arcanos dolores reclamo arcano.»
El texto de Hazlitt dice:
«El principal objeto del soneto parece ser el expresar en frases musicales y como en un solo resuello algún pensamiento ocasional ó sentimiento personal, algún desagravio que se debe al pecho del poeta.
Es un suspiro que brota de la plenitud del corazón, una aspiración involuntaria nacida y muerta al mismo tiempo.»
Paso ahora á anotar algunos de los sonetos:
I, pág. 8. Ofertorio. El soneto nació en Italia[277] y de aquí lo del Apenino. Archanda es la suave cordillera que domina á Bilbao y corre junto á la ría, á su derecha. En Bilbao mismo llamamos á nuestro pueblo el bocho ó el bochito, es decir el boche, por el parecido que tiene la villa, metida entre montañas, con los boches que los niños hacen para jugar á las canicas ó mecas.
No es, pues, un ripio para colocar una rima.
XVI, pág. 38. Dulce recuerdo. Es un tilo el del Arenal que nos habla al corazón á todos los buenos bilbaínos.
XX, pág. 46. Junto al caserío Jugo. Protesto de que en el último verso no he querido hacer un retruécano. Los odio tanto que estuve pensando suprimir este soneto. El retruécano me parece la forma más baja del ingenio, ó por mejor decir la forma favorita de los más bajos ingenios. Su afición á él es una de las cosas que más me impide reconciliarme del todo con el gran Quevedo. Jugo es mi apellido materno, y mientras por mi línea paterna nada sé arriba de mi abuelo, confitero que fué en Vergara,[278] poseo la serie de mis abuelos maternos á partir del octavo Juan de Jugo cuyo hijo Pedro de Jugo Saez Abendaño nació en 1608 en Galdácano.
XXV, pág. 59. Ni mártir ni verdugo. El lema griego son unas palabras que Heródoto hace decir á Otanes el medo ante el consejo, y dicen: «no quiero ni mandar ni ser mandado.»
XXVIII, pág. 66. La gran rehusa. Los versos del Dante que dicen: «ví y conocí la sombra de aquel que hizo por cobardía la gran rehusa» se refieren á Piero del Murrone, ermitaño de la Calabria, hecho papa Celestino V que renunció luego el papado para volverse al desierto y á sus asperezas, por lo cual la Iglesia le canonizó pero el Dante le condenó, por cobarde, á estar ante la puerta del infierno, donde están aquellos de que ni se debe hablar siquiera.
XXXVI, pág. 82. El Evangelio. No me parece haga mucha falta advertir que los querubines que con sus alas cubrían el arca de la alianza (Exodo XXXVII 7) no eran otra cosa que[279] esfinges egipcias, animales fabulosos de cabeza y pecho humanos, cuerpo de toro, patas y garras de león y alas de águila, atributos que se distribuyeron luego entre los cuatro evangelistas. Y por cierto Marcos y Lucas cambiaron luego, no se porqué, sus símbolos. Conocido es el león, y no toro, de San Marcos de Venecia.
XLVI, pág. 102. El lema dice: el volcán central de fango.
XLVII, pág. 104. Dice el versillo 28 del Salmo CIX «maldíganme ellos y bendigas tú; levántense, mas sean avergonzados, y regocíjese tu siervo.»
XLIX, pág. 108. Dice el versillo 2 del Salmo CXXVII «por demás os es el madrugar á levantaros, el veniros tarde á reposar, el comer pan de dolores; pues á su amado dará Dios sueño.»
LVI, pág. 122. La encina y el sauce. Dicen las dos estrofas del gran Carducci: «Quién trajo la sombra del sauce llorón á las riberas sagradas?[280] así te arrebate el viento del Apenino, oh planta muelle, amor de tiempos humildes! Luché aquí con los inviernos y tiemble arcanas historias con mayo palpitante la encina negra, á la que viste el tronco de alegre juventud la hiedra.»
LX, pág. 130. Á una gazmoña. Dice Creonte en la Antígona, de Sófocles: «rechazándola como á una malévola que es manda á esa moza al infierno (á la morada de Hades) para que allí se case con alguien.»
LXXII, pág. 152. El contratante social. Zôon politicón, ζῶον πολιτικόν,[Greek: zôon politikon] animal civil, es como llamó Aristóteles al hombre. Lineo le llamó homo sapiens. Con frecuencia es incivil é insipiente. Fiémonos, pues, de definiciones.
LXXV, pág. 158. Civilitas. Heródoto dice que «la envidia ha nacido con el hombre desde un principio.» Y tiene razón. De esto de la envidia sabían mucho los griegos, como buenos demócratas inventores del ostracismo.
LXXVIII, pág. 164. Los pasajes del Corán dicen[281] que á falta de agua pueden hacerse las abluciones con arena y otro habla de los que quieren apagar la luz del sol soplando con su boca.
LXXXVII, pág. 182. Noches de insomnio. Dice Hesiodo que «las enfermedades visitan á los hombres de día, pero las que espontáneamente llevan males por la noche á los mortales lo hacen en silencio puesto que el prudente Zeus les quitó la voz.»
LXXXVIII, pág. 184. O «sea oscorbidulchos volivorco» otro pasaje, act. IV, escena 1.a de la misma comedia de Shakespeare.
LXXXIX, pág. 186. Son palabras que Esquilo pone en boca de Prometeo el cual al decirle Hermes ó Mercurio que no sabe tener juicio le responde: «no te hablaría á tí, que eres un criado!»
XC, pág. 190. Los versillos 24 al 30 del capítulo XXXII del Génesis dicen: «Y quedóse Jacob solo y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y como vió que no podía con[282] él tocó en el sitio del encaje del muslo, y descoyuntóse el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, que raya el alba. Y él dijo: no te dejaré, si no me bendices. Y él le dijo: ¿cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y él dijo: No se dirá más tu nombre Jacob si no Israel, porque has peleado con Dios y con los hombres y has vencido. Entonces Jacob le preguntó y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y él respondió: Por qué preguntas por mi nombre? Y bendíjole allí. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar Peniel, porque ví á Dios cara á cara y fué librada mi alma.»
XCVII, pág. 206. Ἀυθάδεια,[Greek: Authadeia] he aquí una palabra intraductible. No es orgullo ni vanidad, ni petulancia, es la complacencia que uno tiene en sí mismo y en sus obras. «Y dijo Dios: sea la luz y fué la luz; y vió Dios que la luz era buena.» Gen. I., 3. 4. Y no digo más.
XCVIII, pág. 208. Dice Cremilo en el Pluto de Aristófanes: no me convencerás aunque me convenzas. Y así digo yo.
XCIX, pág. 210. Dice Young que «todos los hombres creen á los hombres todos mortales menos á sí mismos.»
CII, pág. 216. Dice Hesiodo hablando de Pandora que «solo quedó allí dentro de la tinaja en inquebrantable encierro la Esperanza hasta los bordes y no salió fuera.» Y la de Pandora era tina, πίθος,[Greek: pithos] y no caja.
CV, pág. 222. Se llama el remudo cuando las mujeres de los pastores y zagales, de tiempo en tiempo, les llevan la muda de ropa interior. Van entonces á verlos, y á algo más.
CVIII, pág. 228. Abrullo, voz que no figura en el Diccionario de la Academia es el mugido especial con que la vaca llama al ternero.
CXII, pág. 236. Dice Hesiodo: «Ojalá no hu biera yo nacido después para participar de esta edad quinta de los mortales, si no que ó me hubiese muerto antes ó naciera después de ella!»
CXIV, pág. 240. El título es traducción del lema.
CXVII, pág. 246. La cita del Génesis es la trascrita en la nota al soneto XC. El pasaje del Quijote es aquel en que el Caballero pelea en sueños con unos cueros de vino tinto tomándolos por gigantes. Y el pasaje de la Iliada dice que Aquiles «hirió tres veces la nube profunda» persiguiendo á Hector á quien Apolo había cubierto con una nube, bruma ó más bien polvareda acaso.
CXIX, pág. 250. Necesitaré advertir que el Clarín á que este soneto se refiere es el gracioso de «La vida es sueño» y no el difunto Leopoldo Alas, cuya memoria me es veneranda? Sin embargo un joven crítico, notable por su atolondramiento y su afición á las citas oportunas ó inoportunas en lenguas extranjeras que conoce mal ó apenas conoce, me atribuyó el que yo llamase á Víctor Hugo idiota porque hice una cita de «Las Contemplaciones» del Idiota. (Viri docti et sancti Idiotae Contemplationes de Amore Divino) obra[285] de mística muy conocida entre personas devotas.
Y como quien quiera corregir ha de empezar por corregirse, para dar ejemplo he de rectificar un error que deslicé en una nota de mi libro de Poesías, error que me llevó á dar al vocablo yeldar, que en este soneto se usa, un sentido que se aparta algo del que realmente tiene. Seducido por una falsa y atropellada etimología en que me obstiné y es la de hacerlo derivar de gélidu me empeñé en que yeldarse significase «cuajarse, endurecerse una masa blanda y sobre todo el pan» cuando en realidad lo emplean aquí en el sentido de fermentar, levantarse la masa de pan y deriva del latín lévitu que da en leonés lieb’do-lleldo-yeldo y en castellano lleudo-lludo. Ambas formas, yeldo y lludo se usan por acá y ni una ni otra figuran en el diccionario oficial.
Y á ver si otros siguen mi ejemplo de rectificarse, con propósito de enmienda, y entre ellos el suso aludido crítico que en una traducción que hizo del alemán pone una nota para explicar un sentido arbitrario y falso que dió[286] á un vocablo, lo que le obligó á violentar toda una frase. Y todo por no haber acudido á un buen diccionario ó á un docto conocedor del lenguaje técnico.
CXX, pág. 252. Sófocles llama, en la Antígona, á la Esperanza «la esperanza que vaga mucho.»
Y no creo hagan falta más notas, aunque... Mas entonces esto se convertiría en una obra de que los sonetos no serían si no prólogo.
Los sonetos de Bilbao: | Páginas. | ||
I | Ofertorio | 8 | |
II | Puesta de sol | 10 | |
III | ¡Felix culpa! | 12 | |
IV | La vida de la muerte | 14 | |
V | Bajo eterna luna | 16 | |
VI | Prematuro amor | 18 | |
VII | Al azar de los caminos | 20 | |
VIII | El fin de la vida | 22 | |
IX | Pasaron como pasan por la cumbre | 24 | |
X | Tus ojos son los de tu madre, claros | 26 | |
XI | Nuestro secreto | 28 | |
XII | Fraternidad | 30 | |
XIII | Ojos de anochecer | 32 | |
XIV | Ruit hora | 34 | |
XV | Mi vieja cama | 36 | |
XVI | Dulce recuerdo | 38 | |
XVII | La ley de la gravedad | 40 | |
XVIII | Hipocresía de la hormiga | 42 | |
XIX | Al Pagazarri | 44 | |
XX | Junto al caserío Jugo | 46 | |
[288]XXI | Sin historia | 48 | |
De vuelta á casa: | |||
XXII | Al salir de Bilbao, lloviendo | 52 | |
XXIII | Frente á Orduña | 54 | |
XXIV | Ó cruz ú oro | 56 | |
XXV | Ni mártir ni verdugo | 58 | |
XXVI | Al tramontar del sol | 60 | |
XXVII | Medina la del Campo | 62 | |
En casa ya: | |||
XXVIII | La gran rehusa | 66 | |
XXIX | Redención | 68 | |
XXX | La ley del milagro | 70 | |
XXXI | Paleontología | 72 | |
XXXII | Al Tormes | 74 | |
XXXIII | Fué tu vida pasión en el desierto | 76 | |
XXXIV | Templo de carne | 78 | |
XXXV | Vidas de otoño | 80 | |
XXXVI | El Evangelio | 82 | |
XXXVII | La Esfinge | 84 | |
XXXVIII | La parra de mi balcón | 86 | |
XXXIX | La oración del ateo | 88 | |
XL | El arte | 90 | |
XLI | Ojos sin luz | 92 | |
XLII | Incredulidad y fé | 94 | |
XLIII | En mi cuadragésimo sexto cumpleaños | 96 | |
XLIV | La palabra | 98 | |
XLV | Portugal | 100 | |
XLVI | El volcán de fango | 102 | |
[289]XLVII | Mi Dios hereje | 104 | |
XLVIII | Eres un zorro | 106 | |
XLIX | Sueño final | 108 | |
L | El lirio negro | 110 | |
LI | Una vida | 112 | |
LII | La manifestación antiliberal | 114 | |
LIII | Razón y fé | 116 | |
LIV | Barateros de la gracia | 118 | |
LV | Ir muriendo | 120 | |
LVI | La encina y el sauce | 122 | |
LVII | Piedad castiza | 124 | |
LVIII | Mi cielo | 126 | |
LIX | Un patriota | 128 | |
LX | A una gazmoña | 130 | |
LXI | Bajo el yugo | 132 | |
LXII | Ateismo | 134 | |
LXIII | Paz de guerra | 136 | |
LXIV | Días de siervo albedrío | 138 | |
LXV | Siémbrate | 140 | |
LXVI | Al Dios de España | 142 | |
LXVII | La sangre del espíritu | 144 | |
LXIX | Coloquio místico | 146 | |
LXX | El mal de pensar | 148 | |
LXXI | Junto á la laguna del Cristo | 150 | |
LXXII | El contratante social | 152 | |
LXXIII | Satán | 154 | |
LXXIV | A mi ángel | 156 | |
LXXV | Civilitas | 158 | |
LXXVI | En la mano de Dios | 160 | |
[290]LXXVII | Tragi-comedia | 162 | |
LXXVIII | Lluvia de arena | 164 | |
LXXIX | El ángel negro | 166 | |
LXXX | Salud no, ignorancia | 168 | |
LXXXI | Numancia | 170 | |
LXXXII | Soledad | 172 | |
LXXXIII | Al Estado neutral | 174 | |
LXXXIV | Non omnis moriar | 176 | |
LXXXV | El Corazón del Mundo | 178 | |
LXXXVI | A mi buitre | 180 | |
LXXXVII | Noches de insomnio | 182 | |
LXXXVIII | Rima descriptiva | 184 | |
LXXXIX | A Mercurio cristiano | 186 | |
Asturias y León: | |||
XC | Señor, no me desprecies | 190 | |
XCI | Muralla de nubes | 192 | |
XCII | Agüero de luto | 194 | |
XCIII | Inmaculado | 196 | |
XCIV | El fracaso de la vida | 198 | |
XCV | La intrusa | 200 | |
De nuevo en casa: | |||
XCVI | Dolor común | 204 | |
XCVII | Authádeia | 206 | |
XCVIII | Irresignación | 208 | |
XCIX | Sit pro ratione voluntas! | 210 | |
C | A Nietzsche | 212 | |
CI | Neurastenia | 214 | |
CII | La tinaja de Pandora | 216 | |
CIII | Sol de invierno | 218 | |
CIV | En la calleja | 220 | |
CV | Canto de remudo | 222 | |
CVI | Al amor do la lumbre | 224 | |
CVII | Don Juan de las ideas | 226 | |
CVIII | Pasado y porvenir | 228 | |
CIX | Todo pasa | 230 | |
CX | Hidetodo | 232 | |
CXI | Matar el tiempo | 234 | |
[291]CXII | Inactual | 236 | |
CXIII | Por qué me has abandonado? | 238 | |
CXIV | Dulce silencioso pensamiento | 240 | |
CXV | Exfuturo | 242 | |
CXVI | La Virgen del Camino | 244 | |
CXVII | Dama de ensueño | 246 | |
CXVIII | Irrequietum cor | 248 | |
CXIX | A Clarín | 250 | |
CXX | A la Esperanza | 252 | |
CXXI | La unión con Dios | 256 | |
CXXII | Non serviam! | 258 | |
CXXIII | Nihil novum sub sole | 260 | |
CXXIV | Toda una vida | 262 | |
CXXV | Aprensiones | 264 | |
CXXVI | Al toque de oración | 266 | |
CXXVII | Victoria! | 268 | |
CXXVIII | Se continuará | 270 | |
Epílogo y notas | 273 |
[The end of Rosario de sonetos líricos by Miguel de Unamuno]